¿Cambiamos?
Nada
más hacerme esta pregunta me viene a la
cabeza una frase que he escuchado millones de veces “Las personas no cambian”. Permitirme
discrepar, las personas cambiamos continuamente, es más, recuerdo una frase de
un filósofo que me hizo reflexionar ya sobre este tema en mi época adolescente
la cual decía así:
“Nadie
se baña dos veces en el mismo río”
Revivo
ese día con la imagen de veinte alumnos pensativos y dubitativos ante la
metáfora que planteaba la profesora de literatura.
Tras
un rato reflexionando lo entendimos perfectamente, el agua del río fluye
continuamente por lo que nunca es la misma, siempre hay algún aspecto que
cambia.
Pero
aquella frase tenía otra incógnita escondida que se nos hizo más difícil
descubrir, no sólo hacía referencia al río sino a la persona, y es que las
personas también cambiamos de un momento a otro, en un segundo podemos cambiar
totalmente nuestra percepción, vivimos en un continuo aprendizaje.
El
problema de que se opine que las personas no cambian es que en la mayoría de
las ocasiones queremos cambiar ciertos aspectos que no nos gustan o que no nos
interesan de una persona, pero…¿esa persona quiere realmente cambiar? sí una
persona no tiene interés ni deseo por cambiar no lo hará, de aquí que surja el
pensamiento de que las personas no pueden cambiar.
En
mi caso por ejemplo no soy la misma persona que hace unos años, y seguramente
hoy no seré igual que dentro de unos meses, vamos adquiriendo una serie de
aprendizajes y de experiencias día a día que nos hacen ir cambiando nuestras
aptitudes, actitudes, y nuestra mentalidad.
Sin
embargo no voy a ser hipócrita y a negar que hay ciertos aspectos que
pertenecen de una manera más rígida e interior a la persona que son difíciles
de variar, pero si uno pone interés y se lo propone puede cambiarlos. Eso sí,
no se cambia en cuestión de días o meses, lleva su tiempo y su proceso y para
ello debemos ser constantes y esforzarnos.
.
Paulo
Coelho: “Todos los maestros dicen que el tesoro
espiritual es un descubrimiento solitario. Entonces, ¿por qué estamos juntos?
-preguntó uno de los discípulos. -Estáis juntos porque un bosque siempre es más
fuerte que un árbol solitario -respondió el maestro-. El bosque mantiene la
unidad, resiste mejor un huracán, ayuda al suelo a ser fértil. Pero lo que hace
al árbol fuerte es su raíz. Y la raíz de
una planta no puede ayudar a otra planta a crecer. Estar juntos en el mismo
propósito y dejar que cada uno crezca a su manera”
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